Cada vez que el Ajuntament de El Masnou organiza una fiesta en la plaza de Ocata, me viene a la cabeza el mismo pensamiento. Cuando alguien se siente desamparado y solo en el bosque, canta. Quien canta, sus males espanta. Hagamos ruido para espantar el miedo —los monstruos reales o imaginarios que pueden hacernos daño. Si un niño no quiere escuchar a alguien, se tapa los oídos y dice muy fuerte cosas inconexas. Catalunya se encuentra en esta situación. Cuando las cosas iban bien, y todo el mundo creía en las instituciones, en la placita había un cartel que decía: "Por favor, no jueguen a la pelota". El espacio tiene una acústica especial —lo diseñó un maestro de Gaudí—: las casas son antiguas y todo reverbera. Ahora, se montan escenarios y se pone música a todo trapo.

La realidad da tan

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