El gres porcelánico se ha convertido en uno de los materiales más elegidos para los suelos de casas y negocios por su gran resistencia, su baja absorción y su capacidad para soportar el uso diario sin cambios visibles. Se utiliza tanto en exteriores como en interiores, en cocinas, baños o pasillos, porque es duradero y fácil de mantener. Aun así, si se quiere conservar su aspecto original durante años, conviene seguir unas pautas de limpieza que respeten el material y eviten que pierda brillo o se dañe con el tiempo.
Aunque el gres porcelánico aguanta bien la humedad y los productos de limpieza, no se comporta igual que otros tipos de suelo. Usar limpiadores inadecuados o técnicas agresivas puede dejar marcas, reducir el brillo o provocar una capa de residuos difícil de quitar. Por eso, saber cómo limpiarlo correctamente y qué productos conviene evitar es fundamental para que dure más y mantenga su buena apariencia.
El objetivo no es usar tratamientos especiales ni complicarse con productos caros, sino aplicar rutinas sencillas que mantengan el suelo limpio y sin desgastes. Con una limpieza adecuada y constante, el gres porcelánico puede conservar su aspecto y sus propiedades originales sin necesidad de abrillantadores ni productos adicionales.
Limpieza básica y mantenimiento cotidiano
Antes de fregar, lo primero es quitar el polvo, la arena y las pequeñas partículas que se acumulan con el uso. Si se frotan con agua, pueden actuar como una lija y rayar la superficie. Para evitarlo, basta con barrer con una escoba de cerdas suaves o pasar la aspiradora con cepillo para suelos duros. Este paso es especialmente importante en zonas muy transitadas, donde la suciedad se acumula más rápido.
Para el fregado diario, lo ideal es usar agua tibia y un poco de detergente de pH neutro, es decir, un limpiador suave que no sea ni ácido ni alcalino. Estos productos eliminan la suciedad sin dañar el suelo. Conviene evitar ceras, siliconas y abrillantadores, ya que crean una película que atrapa el polvo y hace que el suelo se vea apagado con el tiempo. Lo mejor es fregar con una fregona o un paño de microfibra bien escurrido, sin recurrir a estropajos ni esponjas abrasivas, incluso si el suelo parece resistente.
Después de fregar, se recomienda aclarar con agua limpia para eliminar cualquier resto de jabón. Así se evitan las marcas al secarse y se mantiene el acabado original. Si se seca con un paño o se deja ventilar, mucho mejor. En suelos rugosos o con textura, este paso ayuda a que no se acumule la humedad en los relieves. La frecuencia depende de su uso, en cocinas o pasillos puede hacerse cada día, mientras que en habitaciones con menos paso bastará con dos o tres veces por semana.
Limpieza profunda y tratamiento de manchas específicas
A veces, el fregado habitual no es suficiente para eliminar la suciedad más resistente. En esos casos, lo importante no es insistir con fuerza, sino elegir el producto adecuado. Si las manchas son de grasa o aceite, funcionan mejor los limpiadores con base alcalina suave, que ayudan a disolverlas sin dañar el acabado. En cambio, las marcas de cal o los cercos de agua dura se eliminan con productos desincrustantes o vinagre blanco diluido, siempre usados con moderación.
En los suelos con acabado brillante, conviene evitar estropajos o cepillos duros, ya que pueden dejar pequeños arañazos visibles cuando les da la luz. Para estos casos, un paño de microfibra húmedo suele ser suficiente. Los suelos mates o con textura rugosa permiten una limpieza algo más enérgica con un cepillo de cerdas suaves, que ayuda a llegar a los recovecos sin estropear la superficie. Después de aplicar el limpiador, lo ideal es enjuagar bien con agua limpia y dejar secar al aire o con un paño seco.
Las juntas entre las baldosas también acumulan suciedad y grasa con el tiempo. Mantenerlas limpias mejora la apariencia general del suelo. Para ello basta con usar un cepillo pequeño y un poco de detergente neutro. Es preferible evitar utensilios metálicos o productos muy fuertes, que podrían dañar los bordes del gres. En zonas exteriores o de mucho tránsito, una limpieza ocasional con agua tibia y un jabón suave ayudará a mantener el suelo como nuevo sin necesidad de recurrir a productos agresivos.

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