El saludo entre el presidente chino Xi Jinping y el estadounidense Donald Trump el pasado 30 de octubre fue gélido. Trump esperaba frente a las banderas de los dos países, algo nervioso. Cuando llegó el líder de la segunda mayor economía del mundo, le tendió la mano, dispuesto a comenzar ese habitual apretón de manos tenso y fuerte con el que trata de dominar a sus contrarios. No, esta vez. Xi permaneció impasible , sin sonreír, y Trump fue desdibujándose su amplia sonrisa natural.

El saludo con el presidente español, Pedro Sánchez , fue muy diferente. Le recibió en la cumbre de paz sobre Gaza de Sharm el Sheij (Egipto) con una sonrisa de oreja a oreja . Un par de tirones de mano de cada uno. ¿Había sintonía? Trump arrojó algo de luz poco después, cuando, en la foto de fami

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