Presumimos que esta liguilla de la Champions , surtida de equipos de todo pelaje y compromisos de andar por casa, puede resultar intrascendente. Sin embargo, a veces se desparrama.

El fútbol se desborda en Anfield Road, es una olla este clásico europeo que todos, rojos y blancos, se toman muy a pecho. Ahí porfían 22 purasangres acelerados por la afición de Liverpool, cantarina y entusiasta, también vandálica si se tercia: en los prolegómenos, ha amanecido pintarrajeado el mural dedicado a Trent Alexander-Arnold.

(Algún hooligan, cabreado, ha perdido el oremus porque aquel niño prodigio que se había criado en Anfield y jugó allí nueve años viste hoy de blanco).

El vértigo de Anfield azuza a sus caballos, y este Liverpool dubitativo en los últimos tiempos, timorato y cuestionado (hast

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