En su visión, la economía mundial atraviesa un interludio: no hay tragedia, pero tampoco un acto final. Foto: Héctor López

Nouriel Roubini sonríe y recuerda su personaje favorito en la infancia: el Principito. Habla con la serenidad de quien ha visto demasiados planetas económicos para dejarse deslumbrar por las promesas fáciles, y ve en México uno pequeño, hermoso, lleno de volcanes activos que hay que limpiar todos los días para evitar que estallen, un espacio que debe cuidarse para que sea protagonista o un espectador en una nueva historia que se viene construyendo entre los diversos mundos por los que viaja.

El libro de Saint-Exupéry le mostró desde pequeño que “la única certeza es la incertidumbre”, dice con un acento italiano y tono pausado, como si lanzara una advertencia y una e

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