Cada diciembre las casas se dividen en dos bandos, los del árbol y los del belén. Unos cuelgan luces, bolas y guirnaldas; otros montan montañas de corcho, ríos de papel de aluminio y colocan al Niño en su portal. Pero detrás de esa elección aparentemente decorativa hay mucho más que gusto o tradición, hay un mensaje. Poner solo el belén y dejar el árbol en el trastero es una forma de decir “la Navidad empieza en el pesebre”. Es elegir el símbolo que recuerda el origen, la fe y el calor familiar frente al brillo comercial de las luces.
El belén: la representación del nacimiento de Jesús
Montar el belén es una costumbre que hunde sus raíces en el siglo XIII, cuando San Francisco de Asís recreó por primera vez la escena del nacimiento de Cristo en la pequeña localidad italiana de Greccio

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