“Pero mi corazón nunca ha sido mío, yo siempre lo doy”, canta Rosalía en Reliquia , uno de los temas que componen Lux , su nuevo disco, que saldrá oficialmente a la luz el próximo viernes. No miente la cantante, ya que en este álbum, más que nunca, ofrece incondicionalmente una parte de ella misma. De su corazón, de su talento, de su alma, de su voz, de su pena, de su 'mala hostia', de su pudor. Rosalía se ha entregado en un álbum que, pese a incorporar hasta trece lenguas en sus letras, pasa por encima del idioma del mainstream.
Ninguna canción encajaría en la radiofórmula, el disco funciona como una ópera que frena, que no invita a llevarla de fondo en los cascos mientras caminas a trabajar o friegas los platos. Tampoco a bailarla en las discotecas. Invita a que te sientes a escucharlo, a interiorizarlo, a sentirlo. Con sus violines, con sus historias, sus vientos, sus percusiones, su imponente piano, su lirismo. Claro que Rosalía no está inventando la música, ni le hace falta ni era su objetivo; pero sí que ha desplegado recursos, lenguas, notas y una sensibilidad de las que marcan antes y después. Lux es una banda sonora, única.
La llegada del disco ha sido accidentada, sí, filtrado por completo a dos días de su publicación. Un disco que los medios españoles escuchamos este lunes y que, pese a que teníamos prohibido hablar sobre él hasta el momento de su lanzamiento, su discográfica, Sony, ha decidido levantar el embargo este miércoles.
Lux llega acompañado de otro dilema, o contradicción. El disco está empapado de espiritualidad, de principio a fin. Hay continuas referencias la religión, al cristianismo, a diversas santas, y la propia portada hace referencia a él. Rosalía posa vestida de monja, lleva el hábito sobre su cabeza, ladeada. Seguramente sería raro que apareciera con un hiyab o que apelara a otras religiones del mundo, porque no son la suya –y no sería la primera vez que se le tacha por apropiación cultural–, pero lo cierto es que, inevitablemente, la mayor artista española actual, y una de las más importantes a nivel internacional, está perpetuando la imaginería cristiana en su nuevo trabajo discográfico.
La catalana se enmarca dentro de una corriente reciente , visible en otras figuras como Siloé, Rigoberta Bandini e Íñigo Quintero ; que han reivindicado la religión católica en sus composiciones, perpetuando que la semiótica cristiana prolifere en la música pop actual. En Lux están presentes símbolos como la cruz o las reliquias, sin que Rosalía termine de dejar claro si quería subvertir nada como hicieron Madonna o Lady Gaga , abriendo inevitablemente una puerta al debate en torno a un protagonismo evidente.
Las canciones buscan trascender igualmente, ya que la escucha funciona como asistir a la misa de quizás incluso 'otra' religión en la que Rosalía se viste de monja, pero no reparte el cuerpo y la sangre de Cristo. No adoctrina, comparte. Lidera lo que transmite a través de sus cuerdas vocales, pero en Lux consigue que la conexión con sus melodías y letras sea profundamente íntima.
El grupo de periodistas que pudimos escuchar el disco el lunes lo hicimos sentados en una sala, cuaderno en mano, tomando notas y gestionando cómo dejarnos –o no– llevar por la nueva propuesta de la cantante. La escucha compartida fue en cierto modo un regalo, pero también generó pudor, porque Lux cala en cada poro, contagia, llena, asusta también, y sobre todo llega de frente, como si te mirara fijamente a los ojos sin dejarte pestañear. Es imposible que nada se remueva al escucharlo, porque Lux se escucha, pero sobre todo se siente.
“No soy una santa pero estoy blessed ”
En Lux hay mucha música clásica, mucha orquesta, que la verdad ojalá presentara en una gira por Iglesias para aprovechar la maravillosa acústica de estos templos. El disco arranca con la melódica Sexo, violencia y llantas , en la que se sustenta todo lo que se irá desarrollando después, Rosalía desplegando su virtuosismo vocal más que nunca, los violines, los tintes de electrónica, y los coros que terminan de inundarlo todo de épica. Le sigue Reliquia , en la que la cantante habla de todo lo que ha perdido en ciudades repartidas por el mundo; “tiempo en LA”, “los heels (tacones) en Milán”, “la sonrisa en UK”, hasta culminar con un: “No soy una santa, pero estoy blessed (bendecida)”.
Durante las 18 canciones que componen Lux , Rosalía parece relatar su propio viaje, su vida, con sentimientos a flor de piel, que recogen etapas, amores, desamores, encuentros y desencuentros, empezando por ella misma. Es un ejercicio de reflexión, de pena, de celebración, de euforia y profunda tristeza; que puede que por ello emane tanta espiritualidad, sí, pero sobre todo humanidad.
La humanidad de quien se reconoce vulnerable, hace lo posible por recomponerse, por transitar su vulnerabilidad, por reconocerse en tantos estados de ánimo, en tantas caras, lágrimas, sonrisas y reflexiones, más o menos intrusivas, invasivas, puras, sinceras y también bonitas. Puede que la bandera de la ilusión y del dejarse sentir no sea la que portemos cada día cuando salimos de casa, y que quizás la asociemos a jornadas soleadas o la ausencia de problemas –si es que esta existe–, pero lo cierto es que cuando la dejamos florecer, todo, irremdiablemente, mejora. Porque es de verdad.
Rosalía se ha dejado doler y recuperar, y por eso Lux es generoso, porque invita a acompañarla a ello en su escucha. Y sin perder la mala baba e ironía que ya había presentado en álbumes anteriores, y que encuentran en Novia Robot su clímax. Tema que, junto a Jeanne y Focu 'ranni , de momento solo podrán escucharse en la versión en físico del álbum.

“Bienvenidas a roboticas con 'K'. Un mundo de fantasía robótica femenina hecha para placer del sexo opuesto. Un auténtico robo de identidad, libertad y poder a mano armada donde todas somos invitadas. Y quien dice invitadas, dice obligadas, forzadas, rehenes, prisioneras. Con cualquiera de tus compras tienes una garantía porque nuestra póliza siempre es para quedar bien, y hacerte feliz tenga el coste que tenga”, canta –reza– Rosalía.
'La perla', el dardo hecho canción
Shakira consiguió que su autobiográfica sesión con Bizarrap , en la que lanzó pullas a su exmarido, el exfutbolista Gerard Piqué, fuera una de las canciones que más dio que hablar en 2023. Ella no fue la primera en cantar al despecho – Ese hombre de Rocío Jurado o Rata de dos patas de Paquita la del Barrio dan fe de ello–, pero a la engrosada lista suma ahora Rosalía La perla (en referencia a su expareja el también cantante Raw Alejandro), vertiendo en una mezcla entre vals y ranchera comentarios como “medalla olímpica de oro al más cabrón”, “ red flag andante” y “bala perdida”.
El primer lanzamiento del disco, Berghain , puso sobre la mesa que Lux no iba a dejar indiferente, y que tampoco sería una excepción dentro del concepto del álbum. La fuerza de sus violines, el canto lírico de Rosalía, cierta melancolía y hasta la incorporación de voces como en este caso Björk (a la que se unen otras como Estrella Morente, Silvia Pérez Cruz y Yahritza Y Su Esencia) forman parte del ADN de cada tema. Ya sean la visceral Yugular o la preciosísima Sauvignon blanc , un canto a la reconciliación con una misma: “Ya no tengo miedo al pasado, está en el fondo de mi copa de sauvignon blanc”.
La cuasi epifanía de Lux culmina con Magnolias , en las que Rosalía se despide como si estuviera asistiendo a su propio entierro o funeral, con ella desde el ataúd, pidiendo que le tiren las magnolias que le da título. Una canción grandilocuente, con poso, peso y desazón. Es el adiós del álbum que, al acabar, invita a quedarse un rato con los ojos cerrados, dejando el corazón latir al ritmo que se vea capaz, removido y sereno a la vez, eufórico y hasta cansado, en paz.

ElDiario.es Cultura
AlterNet
NFL Los Angeles Chargers
Deadline
Fox Business丨Market