He visitado Nueva York más de una docena de veces desde 1977 y ciertamente nunca es la misma, aunque conserve su esencia de gran metrópoli vanguardista. Siempre que regreso a Manhattan, que es lo que realmente visito, tiene algo nuevo, renovado. Del resto de la gran urbe prácticamente me abstengo, como también me he abstenido de visitarla más allá de unas cuantas ocasiones y del paso por los aeropuertos. Pero hoy, este día, verdaderamente parece otra. La gente parece transitar con una sonrisa entre burlona y satisfecha y como destilando un extraño gusto en su siempre apresurado caminar. Se respira un aire distinto, una mezcla de sensaciones y emociones que no me caben en una bocanada. Hay que aspirarlas una y otra vez para tratar de entenderlas. Desde anoche parece que se ha liberado u

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