Hay silencios que gritan más fuerte que las sirenas de emergencia. Hay gestos que hieren más que las palabras, y hay dirigentes que, aun rodeados de muerte y dolor, son incapaces de mirar de frente a las víctimas. La tragedia de la DANA que arrasó la provincia de Valencia, con 229 vidas segadas, no solo dejó una estela de barro, destrucción y llanto, dejó al descubierto la hipocresía de quienes se proclaman servidores públicos, mientras viven como señores feudales del siglo XXI.

El presidente de la comunidad Valenciana, se ha convertido, por mérito propio o por desidia moral, en el rostro visible de ese poder insensible que confunde el cargo con el privilegio. Anunció su dimisión, pero sin pronunciar dicha palabra, se mostró cansado, abrumado, como si él fuera la víctima, no el responsabl

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