El crimen organizado ya no trafica drogas, administra territorios y economías. En México, las balas son solo la fachada de una contabilidad criminal perfectamente organizada.
El crimen organizado en México ya no es una estructura clandestina: es una arquitectura paralela de poder. Lo que comenzó como redes de narcotráfico fragmentadas ha evolucionado en corporaciones criminales que operan con estrategias empresariales, estructuras de gestión y modelos de expansión económica diversificados. Estas organizaciones ya no solo comercian con drogas, sino con todo aquello que genera rentabilidad o control: minería, transporte, combustibles, agricultura, vivienda o programas sociales.
La expansión del crimen ya no se mide en hectáreas cultivadas ni en toneladas incautadas, sino en porciones de so

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