Ciudad de México.- "Está bien -dijo enojada la mujer-. Sigue con esa vida que llevas, de borracheras, sexo promiscuo y francachelas diarias. Pero a nadie le digas que eres mi abuelita". El joven Picio, feo con efe de foco fundido, le pidió de nueva cuenta a Susiflor que fuera su novia. Respondió con disgusto la bella muchacha: "¿Cuántas veces te he dicho que no?". "Perdóname -se disculpó el tal Picio-. No supe que debía llevar la cuenta". Jamás terminarán los devaneos de don Chinguetas, marido tarambana sin conciencia de lo que se debe a la condición matrimonial. Anoche su esposa, doña Macalota, regresó al hogar antes de tiempo y lo sorprendió en la alcoba conyugal en trance de carnalidad con una mujer que a juzgar por su destreza fornicaria ejercía la profesión del meretricio. A la vist
“¡A mí! ¡A mí!“
El Diario de Chihuahua3 hrs ago
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