Durante gran parte del siglo XX, las ciudades se desarrollaron bajo una lógica extractiva: consumir recursos, generar desechos y expandirse sin límites, muchas veces al margen de su entorno natural. Hoy, frente a la crisis climática y la degradación ambiental, surge un nuevo paradigma: concebir la ciudad como un ecosistema, un espacio donde las dinámicas humanas y naturales coexisten en equilibrio, regenerando más de lo que desgastan.

Hacer de la ciudad un ecosistema implica replantear su diseño, su metabolismo y su cultura. Significa entender que las urbes no son entes aislados, sino nodos interdependientes dentro de un sistema vivo. Así como en la naturaleza los desechos de una especie se convierten en recursos para otra, en una ciudad ecológica los flujos de energía, agua y materiales

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