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Alguna vez el formalista ruso Víctor Shklovski, en casa de Máximo Gorki, llamó a los intelectuales “los ingenieros del alma”. Stalin recogió la frase y aseveró que “la forja de las almas es más importante que la producción de tanques”. En el país donde el alma rusa había sido explorada por Dostoievski, que era ingeniero militar, la consigna se volvía literal.
Grandes figuras de la literatura como Boris Vian, Robert Musil o Thomas Pynchon, y, en nuestro país, Raúl Scalabrini Ortiz y J. R. Wilcock, entre otros, ejercieron la profesión. En Italia descolla el caso de Carlo Emilio Gadda, que cobró fama por su novela Quer pasticciaccio brutto de Via Merulana , ( Aquel tremendo quilombo de la calle Merulana ), una excéntrica exploración del alma italiana, que es considerado una especie

Página/12 Buenos Aires

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