A principios del mes pasado, el presidente Donald Trump reunió a sus principales asesores y ayudantes militares en torno al escritorio del buque hospital Resolute, y luego le comunicó la información con Richard Grenell, su enviado para Venezuela. Tras su regreso a la presidencia, Trump le había encomendado a Grenell una misión clara: lograr un acuerdo que permitiera a las empresas estadounidenses acceder a la enorme riqueza petrolera y mineral de Venezuela y que, a su vez, impulsara medidas más enérgicas contra el crimen organizado y el narcotráfico. Grenell había conseguido algunos avances, logrando la liberación de prisioneros estadounidenses en Caracas y la reanudación de los vuelos para los migrantes deportados, gracias a las líneas directas que había establecido con Nicolás Maduro, el

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