Sanz, ideas en transición (II), por Simón García

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En la Instalación de la Academia de Derecho Público y Español en 1790, Sanz abre su discurso con elogios, no rutinariamente protocolares, a los monarcas del lejano imperio:

«En esta augusta Asamblea, bajo el amparo de nuestro invicto Monarca Carlos III, de gloriosa memoria, y la protección de su digno sucesor…».

Había elegido la fidelidad al Rey porque la legitimidad de este era expresión de la voluntad de Dios. Esta creencia convertida impunemente, durante tres siglos, en hábito mental, impedía que Sanz viera que aquel «monarca invencible», al mismo tiempo que autoriza la modernización de la Universidad, le quita los recursos para hacerlo. Apenas dos años antes, mediante Real Cédula emitida el mes de mayo, reduce drástic

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