CDMX.- En la suite nupcial de cierto hotel había dos letreros con la palabra «Bienvenidos». Uno estaba en la cabecera de la cama, para que lo viera el novio; el otro estaba en el techo, para que lo viera la novia. Don Acisclo, maduro caballero, hizo construir en su jardín una enramada con plantas que daban acogedora sombra. Le dijo a Himenia, soltera de 39 años cumplidos varias veces: «Querida amiga: la invito a ir a mi casa. Ahí le enseñaré mi pérgola». «Señor mío -se indignó ella-. Peladeces no». En el curso del juicio de jurados el fiscal le preguntó a la bella mujer: «¿Cómo le habló el acosador cuando la abordó en aquella oscura calle?». Respondió ella: «Me dijo palabras que no son para ser repetidas ante personas decentes». Le indicó el fiscal: «Entonces dígaselas al juez». Ataúlfo y

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