Ricardo Menéndez Salmón 09 NOV 2025 7:02
La narradora de ‘ El amor es un monstruo de Dios ’ es una giganta. Pero no se trata de una giganta como la que imaginó Baudelaire en su celebrado poema, un cuerpo laxo y amable sobre el que tenderse «como una plácida aldea al pie de una montaña», sino que, mediante el desmesurado expediente de su cuerpo, la protagonista de esta historia enuncia un principio de desvelo, dibuja un patrón de sombras, contiene un corazón afligido. El exceso es su tierra nutricia; el arrebato constituye su alimento; la culpa, el castigo y la condena evidencian sus puntos cardinales. La novela de Luciana De Luca comienza, de hecho, con un clímax de los sentidos (una invasión de moscas, páginas de un raro desasosiego) y culmina en otro vértice sensorial (un cadáver

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