Por: Antonio Pérez Esclarín ( pesclarin@gmail.com )
Si queremos que la educación responda a los intereses e inquietudes de los jóvenes, debemos acercarnos a ellos con una mirada comprensiva, no prejuiciada ni enjuiciadora, para conocer cómo piensan los jóvenes en los actuales contextos, de modo que la labor educativa pueda responder a sus preocupaciones y afianzar sus valores. ¿Qué sentido puede tener una educación que no está dispuesta a escuchar y dialogar profundamente con los jóvenes? ¿Es acaso posible educar desde el acaparamiento de la palabra, el poder y la verdad? Los jóvenes quieren ser reconocidos en su individualidad: ¿qué sentido tiene una educación que no acompaña procesos de individuación, ni ayuda al proceso de integración personal en la fragmentación de la person

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