Ni la Constitución es la culpable de todos los males, ni la solución a todos nuestros problemas. Sin embargo, en el contexto preelectoral rumbo al 2026, se vuelve a promover el viejo fetiche: la idea de que un nuevo pacto social resolverá los males históricos del país. Este discurso populista, que reaparece cada cierto tiempo en nuestra vida política, pretende hacernos creer que los defectos del Estado, de

la gestión pública o de la clase dirigente se corrigen simplemente cambiando el texto constitucional.

Tan inadmisible resulta hoy la promoción de una Asamblea Constituyente, al suponer una aparente solución fácil a problemas complejos, como lo fue el modo en que el Parlamento 2021-2026 ha trastocado la Constitución para su propio beneficio. Lo que hemos presenciado en los últimos años

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