Si el origen del ser humano está en África, escuchar a Richard Bona es volver a casa, aunque nunca hayamos estado allí. Su estilo, adscrito a lo que sí fue realmente un nuevo jazz, siempre trae ecos de sus antiguos compañeros de formación, como Joe Zawinul o Path Metheny, además de Chick Corea, Mike Stern o, en dimensiones no tan lejanas, Sting. En esta ocasión, el protagonismo fue para la fusión entre África y el Caribe, con la maestría de sus dos jóvenes colegas cubanos , Jesús Pupo y Ludwig Alfonso. Es la pasión de Bona por lo latino, como demostró su colaboración con Buena Vista Social Club o Cucho Valdés en su momento. En ese todo, tan universal, trae el reflejo de la luz de Cesária Évora. Pero, fundamentalmente, lo que comparte con tanta genialidad es su sello, que comenzó a fragua

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