Hace una década, el mundo se unió y decidió solucionar la crisis climática adoptando el Acuerdo de París.

Lo recuerdo como si fuera ayer. Era diciembre de 2015 en las conversaciones sobre el clima de la ONU en París. Estaba parado frente a una cámara de CNN cuando la noticia llegó a través de un auricular: Casi todos los países de la Tierra acuerdan reducir las emisiones a cero neto para 2050, manteniendo el calentamiento por debajo de niveles catastróficos. Un mazo verde, irónicamente perfecto, golpeó una mesa. El centro de convenciones estalló en aplausos. Los diplomáticos lloraron y se abrazaron. Incluso Al Gore logró parecer menos acartonado de lo habitual.

Mi columna a la mañana siguiente encabezaba con este titular: “Este es el fin de los combustibles fósiles”.

De alguna manera, n

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