En cada tragedia se entretejen decenas de historias humanas que confluyen hasta su culminación, pero pocas como la que ocurrió en Uruapan, Michoacán, la noche del sábado 1 de noviembre, y que cimbró al país entero, primero, y luego al resto del mundo, dando pie a un poderoso movimiento social que, bien a bien, aún se desconocen sus reales alcances, y del que la clase política y gobernante de México está muy al pendiente.
El artero asesinato del que fue objeto el entonces alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, tocó las fibras más sensibles de la sociedad mexicana ante la evidente impotencia del gobierno mexicano por evitar la tragedia, a pesar de los reiterados llamados de auxilio que el político michoacano había emitido en repetidas ocasiones previo a su muerte. En el ambiente aun flota esa ag

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