Recientemente visité el poblado de Samalayuca —tierra de dunas y yucas— en búsqueda de un poco de paz, y atendí una relajante sesión de temazcal, para desintoxicar el cuerpo, la mente y el alma. Después de una limpia energética con incienso de copal, como la practican los mayas, entramos al domo. La meditación empezó.
Cuando se puede, voy a este tipo de ceremonias prehispánicas, con respeto, desde hace como veinte años. Por mi experiencia, ahora tengo permiso y puedo guiarlos cuando es apropiado, y se me pide que lo haga. Claro, dándole el crédito a mis maestros para no apropiarme de la milenaria tradición.
Los he experimentado en el desierto, en la montaña y cerca del mar. Aprendí de grupos conectados a pueblos nativo-americanos. Allá en el norte se les llama inipis, y se diferencian po

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