En pleno centro de Zaragoza , entre oficinas, turistas despistados y vecinos de toda la vida, hay una barra que se ha ganado un hueco a la antigua usanza: a base de tortilla recién hecha, croquetas caseras y trato de barrio . Se llama Casa Arriazu y detrás del mostrador manda con mano firme y sonrisa tranquila Pilar Oliván , la mujer que ha convertido este bar en una pequeña resistencia frente a la moda del “todo igual” en la hostelería.

Una barra de las de antes

Casa Arriazu no juega a ser gastrobar ni a disfrazarse de taberna “vintage”. Es, sencillamente, un bar de los de siempre , con su barra protagonista, sus mesas pequeñas y ese murmullo que mezcla conversaciones, cucharillas y el golpeteo de las tapas sobre las mesas.

En un centro cada vez más lleno de franquicias y car

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