En 48 horas pueden pasar muchas cosas. Algunos prefieren descansar, otros ponerse al día con pendientes del hogar, trabajo o escuela, o mirar películas desde casa; algunos más deciden ir a lugares cercanos a despejarse, como La Noria o San Blas.

Pero para cinco equipos de cineastas, ese mismo lapso significó una inmersión total en la creación, un torbellino de emociones, desvelo, pasión y, por momentos, auténtico enguasamiento .

Cuarenta y ocho horas que se sintieron eternas y fugaces a la vez. Rieron, gritaron, se frustraron, improvisaron, medio durmieron y medio comieron… todo por un solo propósito: hacer cine.

Tepic se convirtió, una vez más (la tercera, para ser exactos), en ese lienzo cinematográfico donde cada esquina, cada rayo de luz y cada sombra se transformaron en parte de

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