Camino de Segovia, justo a la altura de San Rafael, donde nació Rafael Calvo Ortega, me enteré el sábado de su fallecimiento. Fue una misteriosa casualidad. Me acordé de él, mi hijo Rodrigo miró el móvil y exclamó: «¡Acaba de morir!». Se ha ido en silencio, a los 92 años, sin hacer ruido, sin el reconocimiento público que merecía el autor del Estatuto de los Trabajadores y el político que introdujo el cooperativismo en la Constitución. Están desapareciendo, pensé, los últimos testigos de la Transición y del período constituyente cuando los jabalíes han entrado con nocturnidad y alevosía en la florecida viña de la democracia y la concordia, y la están devorando. Es imposible no recordar con emoción y gratitud a aquellos políticos generosos y honrados, como Rafael Calvo –un arcángel con ojer
Rafael Calvo Ortega
LA RAZÓN Opinión4 hrs ago
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