Laura recuerda las tardes en las que siendo quinceañera, en vez de jugar o estudiar como sus compañeras, tomaba la guía de su casa y marcaba en el teléfono fijo los números de todos los Furlani que encontraba.
Más grande, ya en la era de las redes, mandaba solicitudes de amistad a todas las cuentas de Facebook que llevaban ese apellido.
Pasaron muchos años entre una situación y la otra, pero la sensación sigue siendo la misma: angustia y el alma vacía, porque su mamá biológica no aparece.
Laura Margarita Espejo tiene 52 años. Fue entregada, o sustraída, al nacer. Ella se inclina más por la segunda opción. También cree que existe un pacto de silencio y esa es su lucha actual: insistir para romperlo, batallar para que se anime a hablar la persona que tiene la llave de la verdad y

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