Raúl Ruiz.- Contra todo pronóstico —y contra toda lógica de convocatoria espontánea— los panistas lograron llenar la Plaza de Armas.

No importa si el contingente estaba compuesto por empleados municipales con “permiso sindical” o por ciudadanos incentivados con lonche y refresco: el músculo se mostró, y en política eso basta para presumir que la criatura sigue viva.

El problema no fue la asistencia, sino el discurso. Porque si el relanzamiento del PAN pretende ser una nueva etapa, ¿por qué insistir en las viejas fórmulas de exageración y victimismo?

La narrativa de que “nos roban todo” ya suena a disco rayado: seguridad, salud, empleo, justicia… hasta el aire, según algunos oradores. El partido que dice defender la libertad parece esclavo de su propio guion de lamentos.

Y luego vino l

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