Uno de los grandes retos de la robótica actual es conseguir que los robots entiendan el mundo que les rodea de una forma parecida a como lo hacemos las personas. Hasta ahora, los robots utilizan mapas muy precisos, basados en distancias, obstáculos y espacios libres. Estos mapas funcionan bien en entornos controlados, pero resultan poco útiles cuando el robot necesita convivir, colaborar o comunicarse con humanos y entornos dinámicos.
En este contexto, investigadores del laboratorio RoboLab de la Universidad de Extremadura han desarrollado una nueva arquitectura que revoluciona la forma en que los robots construyen ese llamado “mapa mental”. Su propuesta da la vuelta al proceso tradicional: en lugar de crear primero un mapa físico y luego añadirle etiquetas, el robot comienza pensando

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