El zumbido del dron se mezclaba con el de los coches que transitaban a una velocidad considerable por una de las avenidas de Kramatorsk el pasado lunes. Se sentía tan cerca que parecía que volaba a solo unos cuantos metros de altura, aunque era imposible verlo en la oscuridad de la noche. Con el pasar de los segundos el ruido se hacía más leve hasta desaparecer, la mayor parte de las veces, hacía un sector de las afueras de la ciudad, y ¡Bum! Muchas veces no se había sentido la explosión cuando un nuevo dron sobrevolaba el centro, siempre con el mismo desenlace: ¡Bum! Así, siete veces en menos de media hora.
Una señora rubia, de mediana edad, que fumaba un cigarro en el portal de su casa apenas se inmutaba. Miraba al cielo buscando el origen del ruido, pero desistía rápidamente y volvía a

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