A las cinco de la tarde, el sol empezaba a declinar sobre la bahía de Palma y la arena de Can Pere Antoni se teñía de cobre. El viento olía a sal y a promesa. Cincuenta personas, entre familias, voluntarios y curiosos, aguardaban el momento en que las 34 tortugas marinas volverían al mar, dos meses después de haber nacido

See Full Page