Ciudad de México.- El avieso galán citadino y la ingenua doncella rural paseaban por el campo. Vieron a un potente toro que cumplía su genésico deber sobre una vaca. El tipo le dijo con labioso acento a la muchacha: "Me gustaría hacer lo mismo". Respondió la joven, vacilante: "No sé si eso le parezca al toro". El juez le leyó al reo la lista de sus delitos: "Robo. Fraude. Asalto a mano armada. Estafa. Atentado al pudor.". Desconcertado repitió: "¿Atentado al pudor?". "Sí, señor juez -confirmó el acusado-. No todo en esta vida es cuestión de dinero". Un orador de pueblo empezó su discurso con una frase lapidaria: "Yo no soy Demóstenes". Desde el fondo se escuchó una voz: "Sí has de ser, cabrón. Lo que pasa es que te haces pendejo". Pues bien: yo no soy Casandra. Esa mujer pertenece a lo más

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