La prensa catalana ha tocado fondo definitivamente este fin de semana. El Colegio de Periodistas de Cataluña ha celebrado su VII congreso con el lema «Más necesarios que nunca».

Entre los temas a tratar había el de la «credibilidad», la «desinformación» e incluso el «periodismo basura». No he sabido encontrar, en todo caso, ni siquiera un poco de autocrítica tras el papel jugado por la profesión durante todos estos años.

Quizá era el momento adecuado porque es evidente que ha acabado en fracaso. Lo único que han conseguido, de momento, es el catalán en el Congreso. Que desde un punto de vista indepe, tampoco es mucho, la verdad.

En efecto, Cataluña no es un estado independiente miembro de la Unión Europea como prometieron CDC y ERC en julio del 2015 en un sitio tan emblemático como el Museo de Historia. Me acuerdo perfectamente porque yo estaba cubriendo el acto.

El reloj empezaba a contar la misma jornada electoral: el 27 de septiembre. Iban tan sobrados que fijaron esta fecha. Ni siquiera el día de la elección del presidente de la Generalitat. El plazo terminaba, pues, en marzo del 2017.

Algunos, como Rufián , hasta anunciaron que dejarían su escaño en Madrid y volverían a una República Catalana recién inaugurada. Ahí sigue. Cobrando 134.000 euros al año del Reino de España.

Y durante todo este tiempo, la inmensa mayoría de periodistas catalanes se apuntaron alegremente al proceso. Los medios no ejercieron de cuarto poder, sino más bien de correa de transmisión del poder. Asistí a algunas ruedas de prensa en las que solo faltaba preguntarle al consejero de turno: «¿Qué titular quiere que le ponga?».

Hicieron todavía algo peor: echar leña al fuego. Basta recordar que, en TV3, colgaron una pancarta gigante con el lema «Democracia». Era mentira, claro. Todo el mundo sabía que no iba de independencia, ni de democracia. Pero, de esta manera, los críticos, los escépticos, los tibios, los moderados, los juiciosos eran colocados automáticamente en el otro bando. ¿Y un «no demócrata» qué es? Un «fascista».

Me ahorro decir qué habría pasado si en Telemadrid hubieran colgado otra pancarta similar a favor de la Constitución o de la unidad de España. Sin olvidar el hecho grave de que un medio de comunicación público hiciera campaña con fines políticos.

Nadie protestó. Ni el comité profesional, ni el comité de empresa, ni el equipo directivo, ni los sindicatos. Y la prensa privada, igual. La cadena y la inmensa mayoría de medios asumieron el relato indepe de que eran «presos políticos», había un «Gobierno en el exilio» y hasta un «presidente legítimo». ¿Cómo iban a protestar si estaban todos en el ajo?

Para muestra, un botón. Cuando me vetaron en las ruedas de prensa del Govern —y perdonen que les hable de mí—, el Colegio de Periodistas y el Consell de la Informació de Catalunya emitieron un comunicado diciendo que era «una medida muy grave» y que «de ahora en adelante» no podía volver a pasar. Expresado en román paladino: El Rius que se joda.

¿Cómo no iban a actuar así si el decano del Colegio de Periodistas es Joan Maria Morros, el jefe de informativos de Rac1? Una cadena que competía directamente, a la hora de informar sobre el famoso procés, con Catalunya Ràdio.

Por otra parte, el presidente del Consell de la Informació, Josep Carles Rius —felizmente sin relación de parentesco con el que esto suscribe— es el mismo que el pasado 25 de mayo firmó un acuerdo con el presidente del Parlament, Josep Rull, otro que también me tiene vetado.

El acuerdo en concreto especifica que, para acreditar a un periodista, la cámara catalana pedirá antes un «informe» al citado organismo a ver si cumple con los requisitos. Los ideológicos, supongo.

Entre los ponentes del congreso estaba también, para hablar de «cedibilidad», Neus Bonet. Ex decana del propio Colegio de Periodistas y ex casi todo en Catalunya Ràdio. Recientemente jubilada con honores. En La Vanguardia hasta le dieron un semáforo verde.

Personalmente, siempre recuerdo un tuit que hizo en el 2017 en el que comparaba las cargas policiales con las cargas de los grises en pleno franquismo. U otro, de octubre del mismo, en el que decía que era una «vergüenza que hubiera presos políticos en pleno siglo XX», ilustrado con una imagen de Jordi Sánchez y Jordi Cuixart. Siendo entonces una jefaza de la emisora de la Generalitat.

Para hablar del «periodismo basura», estaban por otra parte Xevi Xirgo, Carles Escolà y Neus Tomàs. Xirgo, ex director de El Punt-Avui, es amigo íntimo de Puigdemont. Tras escribirle su libro Me explico , fue recolocado de presidente del CAC a 1 17.000 euros anuales. El mandato es de seis años. Como tiene 62 años y fue elegido en el 2022, llegará con creces a la jubilación.

Carles Escolà pasó directamente de la Agencia Efe a Secretario de Comunicación del Govern. Estos trasvases no ayudan a aumentar la confianza en los medios de comunicación públicos porque nunca sabes si sus preguntas eran entonces interesadas.

Yo le conocía bien porque habíamos coincidido con frecuencia en las ruedas de prensa de Gobierno. De todas maneras, no sé nada de él desde que me vetaron también en el Parlament. Debió pensar que mejor no meterse en líos. Aunque en democracia no se veta a periodistas.

Finalmente, Neus Tomàs es directora adjunta de ElDario.es, muy próximo a La Moncloa. El último artículo publicado este mismo martes lleva por título Los ‘cojones’ de Mazón  para resumir la comparecencia el ex presidente valenciano . Tampoco me extraña porque, en su día, fue jefe de prensa de Quim Nadal cuando éste fue consejero de Política Territorial con el PSC. Más tarde se pasó a Esquerra.

A mí ya se me puso la mosca detrás de la oreja cuando La Vanguardia  felicitó al Colegio de Periodistas por su congreso con una página entera el pasado sábado. Todo queda en casa, pensé. Al fin y al cabo, como decía, el jefe de informativos de Rac1 es el decano de tan benemérita entidad. Para la clausura, llevó a Jordi Basté. Más allá de los méritos profesionales de Basté, que los tiene; supongo que para hacer puntos dentro de la casa. Así está el periodismo catalán.