Cada detalle de sus vidas era una fachada y siempre tenían la coartada perfecta. Nunca hablaban en ruso ni en público ni en privado. Tampoco escuchaban música de su país, ni veían televisión rusa, ni cocinaban platos típicos. Todo formaba parte del plan. Es más, eran tan cuidadosos que, a ella, ni el día de sus 2 partos se le escapó una sola palabra en su idioma natal. Y a él, mucho menos. El matrimonio se adaptó a la vida argentina y logró mantener las apariencias durante más de una década. Con identidades falsas, la pareja de espías mandaba a sus chicos al colegio del barrio, iban al chino y a la farmacia como cualquier vecino. Llevaban una vida común, según relata el periodista de investigación y escritor Hugo Alconada Mon en Topos (Planeta, 2025). Todo lo que está escrito pasó y

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