Por: Juanita Tovar
La tragedia ocurrida el 31 de octubre en la Avenida Mutis, en Bogotá, donde una pareja de motociclistas perdió la vida y otra persona resultó herida por un conductor en aparente estado de embriaguez, nos golpeó con la crudeza de un hecho que se repite con frecuencia aterradora. Y como si fuera un macabro déjà vu, apenas el fin de semana pasado un taxista, también ebrio, embistió a once personas en San Cristóbal, dejando a cuatro niños heridos, dos de ellos en estado crítico.
Estos episodios, que llenan titulares por un día, son solo la punta del iceberg de una epidemia silenciosa que desangra a Colombia sin que encontremos la voluntad colectiva para detenerla. Según el Instituto Nacional de Medicina Legal, el alcohol ha sido un factor determinante entre el 30 % y el 40

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