Hay historias que deberían estremecer a un país entero por la indignación que generan. La de Laura es una de ellas. Cuando tenía apenas quince años, a Laura le recomendaron empezar un tratamiento con testosterona. A los dieciocho fue sometida a una cirugía de masculinización en la Fundación Valle del Lili, una de las clínicas más reconocidas del país. Hoy, ya adulta, pide justicia y denuncia que fue manipulada. Lo que está en juego no es solo su caso, trágico por sí mismo, sino la forma en que algunos entienden la infancia, la identidad y el cuerpo humano como herramientas con las cuales imponer una ideología de género sin respeto alguno por la libertad y dignidad de las personas.
Los hechos recogidos por Nueva Democracia muestran un proceso lleno de vacíos. En su niñez, Laura sufrió de a

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