El mal ejemplo —dicen— cunde de arriba hacia abajo. En Colombia, esa máxima parece haberse convertido en licencia para la grosería y el irrespeto. Si el presidente de la República abre el compás del lenguaje soez en un acto público —cuando llamó “HP” al presidente del Congreso—, no debe extrañar que sus subordinados tomen nota y lo reproduzcan. El ministro Armando Benedetti lo hizo con puntualidad: en declaraciones a la W Radio calificó a la magistrada Cristina Lombana, de la Corte Suprema de Justicia, como “loca hijueputa”, “demente” y “delincuente”. La escena no es solo un exabrupto personal; es un síntoma del deterioro del decoro en las altas esferas del poder.
El país aún no sale de su asombro. Más allá del insulto en sí, lo que preocupa es la normalización de una conducta que deberí

Las 2 Orillas

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