El teniente coronel Balas, de la UCO, sostiene en el juicio que la filtración sólo pudo proceder de García Ortiz, porque tenía "un dominio a todos los niveles" de la toma de decisiones. El fiscal general niega haber entregado información a periodistas y afirma que todo lo hizo para defender la reputación de los fiscales

Las diez frases de la declaración del fiscal general ante el Supremo

Fue un espectáculo, a falta de otra palabra, insólito en el Tribunal Supremo. Un teniente coronel de la Guardia Civil se enfrentó al fiscal general del Estado. Antonio Balas, jefe de la unidad de delincuencia económica de la UCO, describió al tribunal las razones por las que cree que Álvaro García Ortiz debe ser condenado por un delito de revelación de secretos. No lo dijo con esas palabras, pero el resultado de su investigación que ofreció a la sala no conduce a otra conclusión. García Ortiz se presentó en su declaración como alguien que tenía como prioridad defender la reputación de sus fiscales, cuestionada por Isabel Díaz Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez, alguien que simplemente reaccionó ante los acontecimientos hasta decidirse a publicar una nota de prensa.

En un juicio en que las acusaciones no han logrado que los testigos ofrezcan pruebas claras que desmonten la versión de la defensa, Balas era su última carta antes de que todas las partes presenten el jueves sus conclusiones finales, con lo que todo quedará visto para sentencia. El teniente coronel entró por la puerta, se paró, dio un fuerte taconazo y dijo al tribunal en voz alta: “Con su permiso”. Los demás agentes de la UCO que testificaron entraron sin protocolos militares y se sentaron en la silla para iniciar su testimonio. Estaba claro que su jefe iba a ser el protagonista de la mañana.

Balas argumentó que toda la información sobre el caso de Alberto González Amador la tenía en su poder la Fiscalía General del Estado (FGE). No había en ese momento ningún juzgado que hubiera empezado a trabajar en el tema. El fiscal Francisco Montero le respondió que se estaba refiriendo a la FGE en su conjunto, no al fiscal general. Ahí fue donde el guardia civil tenía preparada su respuesta: “Pero en todo el proceso hay un dominio a todos los niveles del fiscal general del Estado. Es una cuestión evidente”. “Claro, somos un cuerpo jerárquico”, dijo Montero aportando un dato que conoce todo el mundo. Ante la idea de que nadie movía un papel si no lo autorizaba García Ortiz, el fiscal le atajó: “Eso es una deducción suya”.

El argumento más sólido con el que contaba Balas vino más tarde. “Antes, no hay nada que haya sido filtrado que no estuviera en poder de la FGE”, dijo. Todo lo que publicaron los medios de comunicación obraba en poder de la Fiscalía. Si al final el tribunal condena al fiscal general, es muy probable que esta idea aparezca en la sentencia. Para ello, deberá demostrar con hechos probados que esas deducciones o análisis son suficientes para acabar con la presunción de inocencia del acusado.

Otras respuestas de Antonio Balas no fueron tan concluyentes. La defensa le recordó todas las personas que pudieron tener acceso a la documentación del caso. La lista es larga. Por ejemplo, las 27 personas de la secretaría técnica de la FGE. También las treinta de la Fiscalía Provincial de Madrid. O las 499 con acceso a la carpeta donde se guardan los informes en poder de los fiscales. Ante todos esos números de sospechosos potenciales, el teniente coronel ni se inmutó: “Nosotros no hacemos investigaciones prospectivas”. La frase fue recibida con risas y hasta alguna carcajada por parte del público, entre el que se encontraba una representación del personal de la FGE.

Balas, que declaraba dando la espalda al público, como todos los testigos, escuchó claramente la reacción. Se rio y dijo: “Exactamente”. Luego, intentó explicar, no en términos muy claros, que solo buscaron en la cúpula de la FGE: “Esto se centra en personas sobre las que hay indicios y sospechas de un propósito, de una oportunidad, de una disponibilidad” para filtrar los correos del caso. Como excusa, también afirmó que la FGE podría haber realizado “una auditoría” para encontrar al responsable, cosa que no hizo. “Qué fuerte que diga esto”, dijo una asistente, ya en voz más baja, al escuchar esas palabras.

En realidad, la UCO apuntó su investigación desde el primer momento al fiscal general siguiendo órdenes del juez instructor, que además pretendía imputar a más fiscales nombrados por el jefe de la FGE. Su objetivo siempre fue García Ortiz. Todo lo demás le pareció accesorio.

Eso no quita para que el teniente coronel adoptara medidas más polémicas y difíciles de defender. La abogada del Estado Consuelo Torres destacó que la UCO recortó en un informe una conversación entre el fiscal Diego Villafañe y la fiscal provincial de Madrid, Pilar Rodríguez, en la que el primero se interesaba por su estado de salud después de que ella tuviera que acudir de urgencia al oftalmólogo. “Tú cuídate mucho que ya te digo que te vamos a necesitar a tope”, le dijo Villafañe. Con el recorte, la UCO estaba sugiriendo que se le estaba ofreciendo un ascenso. Ese fue otro momento en que asistentes del público mostraran su malestar, lo que hizo que el magistrado Andrés Martínez Arrieta advirtiera de que no se admitían muestras de aprobación o desaprobación.

Balas también intentó sugerir en la sala que la llamada de cuatro segundos que hizo un periodista de la SER al fiscal general pudo ser eso, una llamada, porque si no fuera así, habría durado cero segundos. Miguel Ángel Campos ya había declarado que saltó el buzón de voz. En esos casos, la llamada no se acaba hasta que se deja un mensaje o se corta antes la comunicación. Parecía que Balas no quería desaprovechar ninguna oportunidad, incluso cuando no tenía nada sólido que ofrecer.

Álvaro García Ortiz se quitó la toga para sentarse en la silla y declarar como acusado. Sólo para responder a la fiscal, que hizo dos preguntas, y a su defensor. Se negó a responder preguntas de las acusaciones. Lo justificó de forma genérica con lo que llamó la “actitud desleal” de González Amador y de su abogado.

La clave de su testimonio fue afirmar que siempre tuvo menos información que los periodistas en distintos momentos de la crisis, lógicamente hasta que los fiscales le entregaron toda la documentación. A preguntas de la fiscal, negó haber entregado el correo del 2 de febrero –el primero de las comunicaciones entre el fiscal Julián Salto y el abogado de Amador– “a personas ajenas a la Fiscalía”, es decir a periodistas.

No sabía inicialmente que había una investigación fiscal del novio de Ayuso hasta que un periodista de elDiario.es llamó a la FGE para preguntar por una denuncia contra una empresa. En ese momento, “no doy ninguna instrucción sobre el caso”. No supo de la primera noticia de elDiario.es hasta que la leyó en el resumen de prensa diario: “No hago nada. Todo lo que ha hecho la Fiscalía ya está hecho”. Se entera de los primeros ataques de Ayuso a la fiscal Rodríguez, con los que “se cuestiona su profesionalidad y honorabilidad”.

Es el artículo de El Mundo sobre una supuesta oferta de la Fiscalía al abogado de Amador, de la que no sabe nada, el que le convence que tiene que actuar. La noticia le preocupa porque le parece “verosímil”, pero es “extravagante”. Luego ve que el periodista que la firma acude a una tertulia donde se dice que todo es “un señuelo del Gobierno”, una trampa tendida a Amador.

Los ataques de Miguel Ángel Rodríguez sobre “órdenes de arriba” que impiden el pacto son falsedades, dice. “Nadie ha ordenado retirar lo que no se ha ofrecido”. Eso lo sabe cuando el fiscal Salto envía a sus jefes todos los correos electrónicos que ha intercambiado con el abogado de Amador.

Para justificar que no quería hacer ningún daño extra a Amador, destacó varios puntos que decidió eliminar de la nota de prensa. Por ejemplo, un pdf de ocho páginas con todos los datos fiscales de la pareja de Ayuso. Se eliminó la mención a esa relación sentimental con la presidenta de Madrid, que por lo demás ya conocía todo el mundo, y también una referencia a “responsables políticos” para que no pareciera que “estábamos entrando en una guerra”.