Una reflexión para quien no quiere cerrar los ojos
La guerra en Ucrania es más que un choque armado; es una grieta en el orden mundial que separa la libertad del sometimiento. En ese escenario, la postura de Donald Trump se vende como un atajo hacia la paz. Pero toda solución fácil es sospechosa, y esta —en particular— huele a derrota impuesta y a futuro hipotecado.
Una paz que legitima al agresor
La receta de Trump es brutal en su simpleza; obligar a Ucrania a ceder territorio para callar los cañones. Pero una paz cimentada en la mutilación de un país no es paz; es un premio al invasor.
Aceptar que Rusia se quede con lo tomado por la fuerza —Crimea, Donbás— sería convertir la agresión militar en una herramienta política legítima. Eso abre la puerta para que mañana otras potencias expa

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