No son cuadros, sino cartones. La Real Fábrica de Tapices se los encargó a un jovencísimo Francisco de Goya entre 1775 y 1792 como paso previo al diseño de las telas que decorarían El Pardo. Sus escenas costumbristas y campestres eran el modelo sobre el que, posteriormente, calcando el dibujo, se confeccionaban las obras . Las pinturas quedaron relegadas a un segundo plano hasta que, tiempo después, en un intento por recuperarlas, se puso el foco sobre ellas. “Es un milagro que se conserven”, ha subrayado Miguel Falomir, director del Museo del Prado. La pinacoteca ha prestado a la Galería de las Colecciones Reales dos de estos cartones, junto al retrato Carlos III, cazador , como parte del proyecto expositivo La obra invitada .
“El tapiz era la máxima expresión artística que podía h

La Opinión de Murcia

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