El impacto emocional que vivió Juan Pablo II durante su visita en julio de 1986 a Armero quedó grabado en la memoria colectiva de Colombia.

La llegada del pontífice a la zona devastada por la erupción del nevado del Ruiz, que el 13 de noviembre de 1985 sepultó a la llamada “Ciudad Blanca de Colombia” bajo toneladas de lodo y escombros, se convirtió en un momento de profunda conmoción tanto para los sobrevivientes como para el propio líder de la Iglesia Católica.

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El helicóptero que transportaba al papa descendió sobre la vasta extensión de tierra que alguna vez fue Armero , mientras una multitud expectante agitaba pañuelos blancos, generando una imagen que evocaba un campo de algodón mecido por el viento.

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