Hemos perdido el norte con los perros. Solo hace falta salir al parque para darse cuenta de que, en algún momento, empezamos a criar en lugar de, simplemente, lobos domesticados. Los perros salchicha sufren de la espalda, los de la cadera, los dálmatas padecen de gota, los carlinos apenas pueden respirar y los bulldog ingleses tienen que nacer por cesárea. Hemos normalizado la deformidad hasta volverla deseable. Los perros no se quejan, no protestan, y con ellos hemos dado rienda suelta a . En los 90 se popularizó el heroin chic en las pasarelas de moda, un aspecto esquelético, ojeroso y pálido que recordaba al de los adictos a la heroína.
Por suerte, las críticas hicieron mella y la moda del heroin chic pasó, pero los perros no pueden escribir columnas de opinión ni tuits ingenioso

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