Así como el lucero ofrece luz, el sombrero ofrece sombra y en ocasiones escondite para dolores de amor, pena infinita o movimiento político de respuesta ensombrecida, claro está. Lo canta Gardel con tono grave y lágrima furtiva:

“...Bajo el ala del sombrero, cuántas veces embozada/Una lágrima asomada yo no pude contener”.

Sombrero galoneado, más barato que una gorra; Sombrerete, Zacatecas, sombrerazos en el pleito; sombrero de charro en la cuerna pavorosa de “Matajaca”, de Tepeyahualco, el toro doblemente asesino de Antonio Montes, porque primero soñó la cornada y después la recibió cuando entraba a matar con el ruedo colmado de prendas lanzadas por el público admirado.

Imposible olvidar el sombrero de Tata Lázaro o de Adolfo Ruiz Cortines quien lo colocaba sobre su antebrazo, junto al

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