Puede verdad ha dado paso a la posverdad; nos hemos ido acogiendo al relato que más nos interesa, desentendiéndonos de los datos o los hechos, ya que estos no comulgan con nuestro credo, es decir, el credo de las emociones o sentimientos, de las ideas sin contrastar, de las intuiciones o de las intenciones que nos transmiten, sin argumentarlas. Los oradores/políticos saben perfectamente que la argumentación ha dado paso a la emoción, los gritos, las descalificaciones o la chabacanería. En esta época se ha esbozado un primer pliego acerca del ideario que uno debe seguir, el relato que debemos adorar. No se nos permite esgrimir alguna diferencia o contraargumentar: ello sería una felonía. Existe un reguero de diatribas, invectivas o sencillos dictámenes de primaria que el adoctrinado acepta

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