Sólo en la suspensión momentánea de la verticalidad, son capaces de percibirse como iguales: sólo en esa poética escena en la que ambos gatean sigilosos entre la hierba de un campo infinito y se huelen y se reconocen y se inflaman y se desean y se retan y se equilibran, son capaces de volver a elegirse. La pareja protagonista del último, indómito y errático trabajo de la cineasta , que ya exploró de manera sobresaliente la vulnerabilidad de los animales -quien dice animales, se refiere a personas- heridos con "En realidad, nunca estuviste aquí", "Die my love", parece vagar durante todo el metraje por un infinito camino de cristales del que ninguno de los dos quiere o puede desviarse a pesar de la profundidad de los cortes que decoran las plantas de sus pies.
Hay muchas cosas que desconoc

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