Aquellos tiempos en los que hablar, y contar y escuchar, era uno de los entretenimientos más preciados que tenían las gentes de nuestros pueblos nos han legado unos increíbles contadores de historias cuyas voces, por desgracia, se van apagando pues como dice Miro, el barbero de Quintana, uno de esos narradores, «hay gente se muere porque es vieja». Vecinos que hablan al abrigo de la tapia para aprovechar el sol del invierno, al descanso de la parva o para echar las once, en el calecho de la tarde o en la hila de la noche, contadores ingeniosos del día a día. Con el ingenio de Vicente que para no decir aquella frase tan denostada entonces de hijo de soltera le daba la vuelta a su manera. «Éramos tan pobres que cuando yo nací en casa no teníamos ni padre». El mismo que dejaba en el aire otra
Cuando comíamos hierro
La Nueva Crónica2 hrs ago74


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