Dos mil años después, algunas calzadas romanas siguen siendo senderos transitables. Desde la Sierra de Cádiz hasta el prepirineo catalán, aquí van cinco recorridos que permiten, literalmente, caminar sobre la historia
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Dos mil años después de que el Imperio Romano trazara su red de caminos por la península, aún quedan tramos donde se puede caminar sobre las mismas piedras que se pisaron entonces. Las calzadas romanas unieron puertos, ciudades y centros económicos, fueron arterias del comercio, la administración y el ejército. Y hoy, algunos de esos caminos se conservan tan bien que se han convertido en rutas de senderismo que mezclan historia y naturaleza.
A diferencia de los caminos medievales, las calzadas romanas se construyeron con un método meticuloso y duradero, superponiendo capas de diferentes materiales para conseguir la máxima consistencia. Además, no faltaban bordillos, cunetas y efectivos sistemas de drenaje. En muchos lugares, el tiempo, la vegetación y las lluvias han borrado su rastro. En otros, se convirtieron en carreteras más modernas, pero algunos tramos han sobrevivido para demostrarnos la precisión con la que trabajaban los ingenieros romanos.
En España encontramos infinidad de ejemplos, como algunos tramos de la Vía de la Plata, especialmente en Extremadura, o el visible recorrido de la calzada romana del Valle de Losa, en Burgos. Pero hemos seleccionado cinco especialmente recomendables si lo que queremos es salir a dar un paseo por la naturaleza, sabiendo que nuestros pies caminan sobre un par de milenios de historia. Desde la Sierra de Cádiz hasta el prepirineo catalán, las calzadas que encontramos en el Puerto del Pico, la Fuenfría, Ubrique y Benaocaz, Casarabonela y Capsacosta combinan a la perfección senderismo y patrimonio a partes iguales.
Calzada romana del Puerto del Pico (Ávila)
En el corazón de la Sierra de Gredos, esta vía formaba parte de una importante ruta de comunicación entre Ávila y el valle del Tiétar. Por aquí pasaban los rebaños, las mercancías y los viajeros que cruzaban de la Meseta a la zona sur. Su conservación es excepcional: un empedrado continuo que trepa por la montaña y que aún se usa en parte por el ganado en época de trashumancia.
La calzada se puede recorrer en un tramo de unos 5 km, que se completan en unas dos horas de caminata. El desnivel es moderado, con pendientes que se notan, pero el paisaje lo compensa con praderas, moles de piedra y, al llegar arriba, una panorámica amplia de Gredos. En los meses templados es una ruta muy transitada, pero en invierno la nieve la puede convertir en una experiencia más exigente. Cerca del puerto hay zonas donde se aprecian los drenajes originales, los miliarios y las marcas del paso de los carros.
Calzada romana de la Fuenfría (Cercedilla, Madrid–Segovia)
Es probablemente la calzada romana más conocida de la sierra madrileña, y también una de las más visitadas. Fue un paso clave que comunicaba las dos submesetas y más tarde se integró en el Camino de Santiago de Madrid. Los romanos la construyeron con losas grandes y regulares que aún se distinguen en largos tramos.
El itinerario parte del área recreativa de Las Dehesas de Cercedilla y asciende por un valle de pinos hasta el Puerto de la Fuenfría, donde se conserva parte del empedrado y restos de un antiguo puente. Son unos 6 km de subida suave, que se completan en unas dos horas y media, con dificultad media. El recorrido está perfectamente señalizado. Desde arriba, las vistas hacia los montes de Valsaín y el río Guadarrama son un buen premio, y el camino puede continuarse hacia el lado segoviano o simplemente descender por alguna de las sendas paralelas.
Calzada romana de Ubrique–Benaocaz (Cádiz)
Entre los pueblos blancos de la Sierra de Grazalema, esta calzada fue uno de los principales accesos a la antigua Ocuri, asentamiento romano junto al actual Ubrique. Unía los valles interiores con las rutas hacia la Bética y sirvió tanto para el transporte de mercancías como para el movimiento de tropas. El trazado hoy mantiene un buen estado de conservación, con muros de piedra, tramos empedrados y un firme que sigue la orografía natural, lo que permite hacerse una idea de la solidez de aquellas vías.
El recorrido entre Ubrique y Benaocaz se puede hacer como una ruta de unos 3 km, que se cubren en una hora y media aproximadamente, con dificultad baja-media. Atraviesa un paisaje de sierra con vistas al valle y al Parque Natural. Es una buena excusa para enlazar el paseo con una visita a los dos pueblos, cargados de historia y con la típica arquitectura blanca gaditana.
Calzada romana de Casarabonela (Málaga)
En el interior de Málaga, cerca de la Sierra de las Nieves, esta calzada unía los antiguos asentamientos romanos del entorno y servía de enlace con la costa mediterránea. De aquella época quedan tramos de empedrado, muros de contención y restos de las antiguas canalizaciones que acompañaban el trazado. El recorrido se puede hacer hoy como una ruta de senderismo de unos 12 km, que puede llevar unas cuatro horas, con dificultad baja. De todo el recorrido, el tramo de la calzada romana es el más bonito de la ruta, pero desde la pista forestal tenemos unas magníficas vistas al valle del Guadalhorce.
Casarabonela es además un pueblo lleno de encanto, con calles estrechas y casas encaladas que trepan por la montaña. Vivió su momento de mayor esplendor durante la época árabe, y eso no tardarás en descubrirlo en cuanto recorras su trazado. La ruta es perfecta para otoño o invierno, cuando el aire es fresco y el paisaje se tiñe de verde.
Calzada romana de Capsacosta (Girona)
En el prepirineo catalán, la calzada de Capsacosta unía la antigua vía romana de Gerunda (Girona) con el interior del valle de Camprodon. Su importancia fue enorme en la época imperial, pues conectaba la costa con las rutas hacia el Pirineo. El firme original se conserva en largos tramos, con losas bien ajustadas y muros que se mantienen en pie.
El recorrido actual parte de Sant Pau de Segúries y asciende hacia el collado de Capsacosta por un trazado de unos 7 km, que se completan en dos horas y media o tres, según el ritmo. Es una caminata de dificultad media, con zonas de pendiente y otras más llanas. En muchos puntos se pueden ver los trabajos de nivelación y los márgenes originales, algo poco habitual. El entorno es espectacular, con bosques, prados y vistas del Pirineo. En otoño, el color de los árboles la convierte en una ruta especialmente bonita.
Caminar sobre la historia: consejos y respeto al entorno
Recorrer una calzada romana no es como caminar por una pista forestal. Las losas antiguas pueden estar pulidas por siglos de paso, y hay tramos donde el terreno es irregular o resbaladizo. Por eso conviene llevar calzado de montaña con buena suela y caminar con paso firme. Los caminos suelen estar señalizados, pero no todos los tramos son evidentes, así que es buena idea informarse en los ayuntamientos o centros de interpretación antes de salir.
También hay que tener muy en cuenta que estamos pisando patrimonio histórico. No se deben mover piedras, marcar losas ni por supuesto dejar basura. En algunos tramos, los ayuntamientos han instalado paneles explicativos o han delimitado los firmes más frágiles. Respetar las indicaciones, dejando solo nuestras huellas, es la mejor manera de conservarlos.

ElDiario.es

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