La época con la agenda más cargada de compromisos son los días previos a la Navidad.

Es ahí cuando mi amigo Víctor Merlino, un gran amante de la naturaleza, me llama con una invitación muy especial e irresistible. A cualquier otra cosa le hubiera dicho que después, menos a esta.

Me invita a Santa Fe, en donde vive, a ver un pichón de pocos días de urutau.

Casi muero de la emoción: se me presentaba una posibilidad única de ver a esta increíble ave y su comportamiento de crianza.

Le había pasado el dato el cuidador de un campo. Y me advirtió dos cosas: una, que aún nos debía autorizar el dueño; y otra, que si caían dos gotas ni entrábamos ni salíamos por días de ese lugar.

El llamado de Víctor fue a las 20. A las 4 de la madrugada ya estaba en la ruta rumbo a Santa Fe.

Objetivo uno: bu

See Full Page