En los puertos de Tampico, Altamira y Veracruz , el olor a combustible ya no siempre delata una fuga en un ducto. Hoy proviene de buques que descargan miles de litros de diésel amparados por facturas electrónicas falsas y empresas fantasma que operan desde la sombra. El viejo huachicol de los ductos perforados ha mutado: ahora se roba el país desde los servidores.

Lo que antes requería una pipa y una manguera, hoy necesita una red de cibercriminales, contadores y funcionarios corruptos . El llamado huachicol fiscal se ha convertido en un negocio más rentable y menos visible, un fraude aduanal y tecnológico que, según estimaciones oficiales, le cuesta al erario más de 177 mil millones de pesos al año.

El robo de combustible ya no es solo una operación clandestina en campo abierto,

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