Europa ha avanzado de forma notable en investigación y supervivencia del cáncer de mama , pero el verdadero desafío —según explica a OKSALUD la doctora Sara López-Tarruella, vicepresidenta de GEICAM y oncóloga del Hospital General Universitario Gregorio Marañón— es lograr una atención que no dependa del lugar donde viva la paciente. «Es fundamental reducir las desigualdades en el acceso al diagnóstico y tratamiento», subraya. La especialista considera prioritario integrar desde el inicio un abordaje multidisciplinar que combine oncología médica, cirugía, radioterapia, enfermería especializada y apoyo psicológico, entendiendo que el i mpacto del cáncer no es solo físico, sino también emocional, familiar y social.
El aumento de diagnósticos en mujeres jóvenes ha evidenciado la necesidad urgente de acceso precoz a preservación de la fertilidad, acompañamiento emocional y circuitos de derivación más ágiles, especialmente en momentos críticos como la recaída. GEICAM, explica la doctora, está impulsando estudios y modelos asistenciales que integran ejercicio terapéutico y bienestar psicoemocional como parte del tratamiento oncológico, no como un añadido opcional.
Miradas complementarias
Precisamente, desde la vivencia directa, la presidenta de la alianza ALMIA frente a la metástasis, Pilar Fernández alerta a OKSALUD que muchas mujeres siguen sintiéndose desorientadas y solas ante el sistema sanitario. «Sería necesario llevar a cabo un abordaje integral de la enfermedad», afirma, insistiendo en que el apoyo psicológico, la enfermería oncológica y la coordinación real entre atención primaria y hospitalaria no pueden depender del azar o del hospital donde se trate la paciente.
Asimismo, reclama circuitos rápidos y claros en caso de recaídas, que eviten semanas de incertidumbre y ansiedad. También considera imprescindible que la historia clínica sea accesible desde cualquier punto del sistema, eliminando desigualdades territoriales. Para Fernández, no basta con tratar el tumor: es necesario garantizar acompañamiento real en todas las dimensiones vitales que se ven alteradas.
Ambas voces coinciden en que el mayor cambio pendiente es cultural: la mujer debe dejar de ser receptora pasiva para convertirse en parte activa del proceso. «Tenemos que dejar de ser agentes pasivos y convertirnos en agentes activos, capaces de llevar las riendas de nuestra propia enfermedad», reivindica Fernández.
Para ello, resulta clave formar e informar a las pacientes sobre su derecho a participar en las decisiones clínicas, fomentar el autocuidado y evitar que toda la carga emocional y logística recaiga siempre sobre ellas. López-Tarruella coincide en que el futuro pasa por una atención que combine excelencia científica y visión integral de la mujer , y que la transformación solo será real si se escucha de forma activa a quienes atraviesan la enfermedad. Un modelo que no solo cure, sino que acompañe, empodere y garantice equidad.

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